Por Tiina Vahanen, Directora Adjunta, Departamento de Actividad Forestal, FAO, y Susan Gardner, Directora, División de Ecosistemas, PNUMA.
Las montañas no son solo paisajes magníficos. Son un salvavidas para millones de personas.
Necesitamos las montañas para saciar la sed: todos los días, una de cada dos personas del planeta bebe agua procedente de las montañas.
Necesitamos las montañas para alimentarnos: en todo el mundo, dos tercios de la agricultura de regadío dependen de los aportes de las escorrentías de las montañas.
Al mismo tiempo, las montañas albergan una diversidad biológica abundante y 25 de los 34 principales puntos destacados de biodiversidad del mundo se encuentran en las regiones montañosas.
Las montañas cubren poco más de la cuarta parte de la superficie terrestre del planeta y son el hogar de 1 100 millones de personas, muchas de las cuales se ganan la vida gracias a los servicios ecosistémicos que proporcionan las montañas.
Sin embargo, una nueva publicación divulgada hoy en el Día Internacional de las Montañas por la Secretaría de la Alianza para las Montañas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) recalca cómo el cambio climático y la actividad humana están degradando los ecosistemas de montaña, amenazando las vidas y los medios de subsistencia de la población local, la fauna y flora silvestres y los suministros de agua de los que todas y todos dependemos.
Los ecosistemas de montaña son muy vulnerables a los efectos del cambio climático, incluidos la retirada de los glaciares de montaña, el deshielo del permafrost, la pérdida masiva de capas de hielo y la disminución de la profundidad, extensión y duración de la capa de nieve, explica Restauración de los ecosistemas de montaña, lanzada hoy en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28).
La actividad humana contribuye a la degradación de muchas regiones montañosas, y la contaminación es un problema creciente ya que hoy día se encuentran microplásticos hasta en los picos más altos, incluso en la cumbre del Monte Everest.
Alrededor del 25 % de la superficie montañosa del planeta también es excepcionalmente vulnerable al riesgo de deslizamientos de terreno.
Ya que uno de cada dos habitantes de las zonas rurales de montaña vive en países en desarrollo vulnerables a la inseguridad alimentaria, la pérdida de los servicios ecosistémicos que suministran las montañas provoca enormes consecuencias, especialmente para los grupos más vulnerables como las mujeres y los pueblos indígenas.
Entonces, ¿cómo podemos ayudar a mantener saludables nuestras montañas?
Las Naciones Unidas declararon la década 2021–2030 como el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas para detener, prevenir y revertir la degradación de los ecosistemas; y la publicación de la FAO y el PNUMA pone de relieve cómo se pueden aplicar las mejores prácticas de restauración a los ecosistemas de montaña a fin de formular proyectos de restauración más sostenibles.
Se necesita una acción colectiva audaz para salvaguardar y revitalizar estos ecosistemas vitales de los que todas y todos dependemos.
Necesitamos restaurar las montañas con una multiplicidad de métodos, desde el manejo del suelo hasta la reforestación y la mejora del hábitat para la vida silvestre.
La restauración de las montañas requiere inversiones permanentes, además de seguimiento y evaluación.
Ya contamos con muchos conocimientos y herramientas. Los habitantes de las montañas están en el centro de la restauración y pueden aprovechar muchas prácticas saludables y sostenibles comprobadas, como se describe en la publicación de la FAO y el PNUMA.
Por ejemplo, dirigida por el PNUMA, el Convenio de los Cárpatos y la Alianza para las Montañas, la iniciativa plurinacional para las montañas World Restoration Flagships, del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, apoya los esfuerzos de restauración a gran escala y a largo plazo en Kirguistán, Rwanda, Serbia y Uganda, al tiempo que brinda oportunidades de medios de vida sostenibles.
En Kirguistán, en colaboración con las comunidades locales y la ONG local CAMP Alatoo, se han convertido en reserva natural 14 000 hectáreas de pastos y glaciares en las montañas del Tian Shan.
Hoy día, los antiguos cazadores y pescadores se han convertido en guardabosques comunitarios que patrullan la microreserva de Baiboosun, de reciente institución, y se encargan de las cámaras trampa para monitorear la vida silvestre.
Mientras tanto, los pastores locales han adoptado técnicas de pastoreo modernas que han mejorado la vegetación y la vitalidad de los pastizales de la reserva.
Como resultado, las poblaciones de leopardos de las nieves y cabras montesas están aumentando en la reserva. Muchos miembros de la comunidad han aprovechado nuevas oportunidades económicas, desde dirigir casas de huéspedes hasta producir queso y elaborar souvenirs con fieltro.
En el macizo de Virunga, que se extiende por partes en la República Democrática del Congo, Rwanda y Uganda, el número de gorilas ha aumentado constantemente.
Estas especies ahora están clasificadas como “en peligro de extinción”, y ya no “en peligro crítico” como hace cinco años. Desde la década de 1980, su número se ha duplicado. Las comunidades locales que rodean el parque ahora participan en trabajos de restauración y ecoturismo, lo que proporciona nuevas fuentes de ingresos que ayudan a reducir actividades de subsistencia dañinas como la caza furtiva.
Estas iniciativas indican que todo esto es posible.
No debemos permitir que la lejanía y el aislamiento de las montañas impidan que les prestemos la atención que se merecen.
La restauración de los ecosistemas es una forma de invertir en el futuro, en nuestras montañas y en las generaciones venideras.
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